El desierto y su semilla

Jorge Barón Biza fue autor de una sola novela y se suicidó a la edad de 61 años en la ciudad de Córdoba (Argentina), de la que también fue oriundo. El desierto y su semilla fue su única criatura, junto con una recopilación de su trabajo periodístico que se publicó de manera póstuma en 2010 bajo el título Por dentro todo está permitido. Qué bellos títulos para una obra tan escueta y maldita, diréis. Pues sí. Además, los títulos hacen honor al contenido de los libros. El desierto y su semillaes un libro raro, truculento, poderoso y bello.

La narración arranca en un angustioso trayecto en taxi por una ciudad confeccionada por telas superpuestas de luz y de reflejos. En la penumbra del taxi viajan Eligia y Mario, madre e hijo. Eligia está siendo consumida por el ácido que su marido le ha derramado en la cara en el momento de la firma de su acuerdo de ruptura matrimonial, unos minutos antes. Eligia fue en la vida real Clotilde Sabattini, y su marido, Raúl Barón Biza, quien efectivamente derramó ácido en su cara el día de la firma de su divorcio, con su hijo Jorge Barón Biza presente.

La narración se dilata con morbosa lentitud y abarca todo el proceso de reconstrucción y curación de la madre, narrado en primera persona por el hijo, que la acompaña durante el indecible calvario de las diversas operaciones de cirugía para recuperar el rostro completamente desaparecido y convertido ya solo en una calavera cubierta de algunos restos de carne.

El ambiente de la novela es sórdido y extraño, la clínica, el bar de enfrente donde se reúnen enfermeras y acompañantes de otros pacientes, una prostituta joven, la ciudad de Milán desconocida para el narrador del mismo modo en que lo es la propia cara de la madre. La tristeza y la soledad constreñidas y embalsamadas a la espera de que la narración avance. Las descripciones absolutamente letales de la lenta descomposición del rostro de la mujer y su reconstrucción natural, a la espera de nuevas operaciones. El modo en que la carne encuentra su camino sobre la destrucción y se edifica de un modo al que es posible otorgarle un sentido.  Y el modo en que la narración se construye, como esa misma carne, con parsimonia y sabiduría.

Podéis encontrar este libro en nuestra Biblioteca de Préstamo Bartleby.

Lorrie Moore al pie de la escalera

La narradora Al pie de la escalera, de Lorrie Moore, es Tassie, una aguda y brillante joven de veintipocos que se saca un sobresueldo como canguro durante sus primeros años de Universidad. Las relaciones más tiernas que Tassie mantiene son con su padre, granjero horticultor, su hermano, su madre y su compañera de habitación en la residencia de estudiantes. Con el resto de la humanidad, Tassie mantiene una relación de cinismo cordial y profiláctica distancia. Tassie también tiene un novio. No desvelamos el descacharrante desenlace acerca de lo que pasa con el novio, sólo diremos que es egipcio y que la novela transcurre justo en los años en que Estados Unidos se prepara para la guerra de Iraq.

Rodeada de este elenco de secundarios impagables, Tassie se sumerge en la vida adulta como canguro de una niña negra adoptada por una familia de clase media alta americana formada por un matrimonio de intachable aspecto que al poco tiempo irá dejando ver su verdadera naturaleza.

Después de esta lectura, nos confesamos Lorrie-adictos. La traducción de esta novela no es ninguna maravilla, así que si podéis leerla en inglés, mejor que mejor. En la librería Saint Georges de Berlín podéis encontrar muchos de los libros de esta autora en inglés a buen precio. Y si después de probar con esta novela que tenemos disponible en nuestra Biblioteca de Préstamo Bartleby, os apetece leer más cosas suyas en español, no os preocupéis porque tenemos más libros suyos en la librería.

Jérôme Lindon, mi editor

“Jérôme Lindon no se limita a explicarme que el libro es malo, sino también cuán malo es y cómo y por qué he procedido de esta manera, por qué y cómo me he equivocado, por qué y cómo tengo la culpa de haberme equivocado. Es notable haciendo este ejercicio.” Haciendo un uso austero y poco sentimental de estas suaves pinceladas consigue destilar Jean Echenoz en este precioso librito de apenas sesenta páginas la quintaesencia de las relaciones entre un autor y su editor. Lindon, editor de Les Éditions de Minuit a lo largo de más de medio siglo, se nos presenta aquí como un hombre de letras circunspecto y amante de los chistes sobre judíos, exigente y parco en palabras, serio y cálido a un tiempo. Sus pequeñas manías son recogidas y expuestas con la mayor delicadeza.

Nos enteramos así de que Lindon jamás bebía alcohol, contestaba a los envíos de manuscritos con una respuesta afirmativa o negativa en menos de veinticuatro horas, caminaba por la calle a la velocidad del rayo, sintió mucho la muerte de su autor y amigo Samuel Beckett y cuando le gustaba un manuscrito y decidía publicarlo en tiempo récord, siempre, sin excepción, le cambiaba el título.

Recomendamos al lector interesado en indagar en los entresijos de la labor del editor que acompañe la lectura de este pequeño volumen con el más extenso e igualmente esclarecedor Conversaciones con Giulio Einaudi, también disponible en nuestra biblioteca de préstamo. Una semblanza y un testimonio de conversaciones con Einaudi que harán las mieles del lector corriente y también del editor, que asistirá con admiración al relato de la trayectoria de estos dos titanes de la edición.

Podéis encontrar este libro en nuestra Biblioteca de Préstamo Bartleby.

El libro de Monelle

Monelle me encontró en la llanura por donde andaba errante y me tomó de la mano.

– No vayas a sorprenderte, dijo, soy yo y no soy yo;

Volverás a encontrarme y me perderás;

Una vez más acudiré a vosotros; porque pocos hombres me han visto y ninguno me ha comprendido;

Y tú me olvidarás y volverás a reconocerme y me olvidarás.

Y Monelle dijo también: Te hablaré de las niñas prostitutas, y sabrás el comienzo.

Con estas palabras empieza el misterioso y bello Libro de Monelle, publicado originalmente en 1894. El libro se basa en la historia real del amor de Marcel Schwob por una niña prostituta que enfermó de tuberculosis y murió a los tres años de conocer al autor. Schwob mantuvo en secreto este amor durante el tiempo que duró, y cuando la niña murió, se dedicó a vagar como alma en pena por la ciudad y a recalar en las casas de sus amigos escritores y artistas del París de la época. Más tarde, escribió el libro, y como si de un exorcismo se tratara, jamás volvió a mencionar a la pequeña Monelle (cuyo nombre real se supo que fue Louise) hasta el resto de sus días.

Como dijo Borges “En todas partes del mundo hay devotos de Marcel Schwob que constituyen pequeñas sociedades secretas”.  Igualmente secreto y perverso es este poderoso librito dividido en tres secciones: Las palabras de Monelle, Las hermanas de Monelle y Monelle. En su presentación, Monelle nos habla de otras niñas prostitutas amantes de otros escritores: la pequeña Anne, de Thomas de Quincey, o la pequeña Nelly, de Dostoievski, en quien parece inspirarse la inolvidable Sonia de Raskolnikoff. Las hermanas de Monelle se compone de pequeños cuentos delicados y brumosos dedicados a distintos modelos de niñas frágiles y enfermizas: la insensible, la soñadora, la sacrificada… Todas estas niñas son versiones de Monelle, vendedora de lámparas en las frías noches lluviosas, personaje huidizo y fascinante que juega con los niños y carga muñecas, retales sucios y dedales en su delantal, que sermonea al autor y le da lecciones sobre la conveniencia de no aferrarse a las posesiones, a las ideas, a los momentos, a la propia alma, a las formas antiguas.

El libro cobra una fuerza proverbial en estos pasajes: “Y Monelle dijo luego: Te hablaré de la destrucción. He aquí la palabra: Destruye, destruye. Destruye en ti mismo, destruye a tu alrededor. Haz lugar para tu alma y para las otras almas. Destruye todo bien y todo mal. Los escombros son similares. Destruye las antiguas moradas de los hombres y las antiguas moradas de las almas; las cosas muertas son espejos que deforman. Destruye pues toda creación proviene de la destrucción. Para lograr la bondad superior hay que aniquilar la bondad inferior. Y así el nuevo bien parece saturado de mal. Para imaginar un nuevo arte hay que destrozar el arte viejo. Y así el nuevo arte parece una especie de iconoclasia”. Monelle avisa a Schwob de los peligros de aferrarse al pasado, a los recuerdos, a las posesiones. Y sobre todo le avisa de que tal como apareció, ella desaparecerá. Y así fue.

Podéis encontrar El libro de Monelle tanto en nuestra Biblioteca de Préstamo Bartleby como en nuestra sección de venta.